El salto de los inocentes Capítulo 1 Nos detuvimos junto al cordón policial. Las luces azules y anaranjadas teñían la fachada de los edificios de la calle. La vecina del segundo se asomaba curiosa entre las cortinas de su habitación entre los destellos. Un poco más arriba, en el balcón del cuarto, las cortinas del salón trataban de escaparse por el cierre empujadas por el viento. En el suelo había tres bultos de distinto tamaño cubiertos por mantas reflectantes sobre un espeso lago rojo. El inspector Ortiz fue el primero en bajar del coche. Yo eché mano a la bolsa donde llevaba la cámara y los distintos productos para tomar las muestras. Abrí la puerta y bajé. Me quedé mirando el interior del vehículo en busca de cualquier cosa que me pudiera estar olvidan-do cuando la voz ronca del inspector llamó mi atención. —¿Está lista, señorita Sosa? —Sí, perdone, no quería que se me olvidará nada. Ya sabe, no estoy muy acostumbrada a hacer estas cosas y no es lo mismo aquí que