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Mostrando entradas de enero, 2022

9 microrrelatos para leer en 5 minutos

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Microrrelato: Los pájaros Microrrelato: Mala idea Microrrelato: Día de carreras Microrrelato: El bizcocho Microrrelato: Hermanos Microrrelato: Mirar arriba Microrrelato: Cumplir la ley Microrrelato: El color verde Microrrelato: Bien fría

11 microrrelatos para leer en el bus

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Once microrrelatos para leer en el bus Hoy os traigo una selección de microrrelatos que seguro os hacen cualquier trayecto en transporte público más ameno. Espero que os guste. Microrrelato: El cotillón Microrrelato: La primera luna Microrrelato: El monstruo Microrrelato: Contando estrellas Microrrelato: Lavanda Microrrelato: La expansión Microrrelato: El primer encuentro Microrrelato: Buenas noches Microrrelato: El truco Microrrelato: Manuel Microrrelato: El duelo ¿Cuál fue el que más te gustó? Te leo en los comentarios.

Relato: Los preparativos

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Los preparativos      El sol tocaba el horizonte y los grillos comenzaron a cantar debajo del remolque de los leones. La lona de la carpa principal ondeaba con la brisa cálida del verano. El rojo y el blanco parecían a ratos fundirse. Respiré profundamente y el olor a pasto seco del campo que rodeaba las autocaravanas me dibujó una sonrisa.      Llevo más de cincuenta años trabajando en este circo y seguirá dejándome embobado ese olor junto con el del algodón de azúcar, o las manzanas cubiertas de caramelo de la señora Luisa. Recuerdo que la primera vez que me subí en una cuerda a un palmo del suelo, ella ya estaba embutiendo manzanas en el azúcar derretido.      Bueno, a lo que estábamos, primero tienes que dar una vuelta alrededor de la carpa. ¿Ves esos hierros clavados en el suelo? Tienes que asegurar que tienen una inclinación de 135 grados con respecto a la base de la tela y no sobresalir más de diez centímetros del suelo. Con eso nos aseguramos de que no salga volando si se mueve

Relato: Una bici roja

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Una bici roja      ¿Sabes lo que se siente sabiendo que mañana es un día especial y estás deseando que llegue? Pues ahí estaba yo, tirando de la manga de mi madre a las siete de la tarde deseando que me pusiera la cena. No porque fuéramos a cenar nada especial, estaba visto que, desde diciembre hasta bien entrado marzo, las sopas de sobre eran algo que se repetía. Más bien estaba un poco emocionado por la llegada del día de reyes.      Mi vecina, la Juana, se acababa de marchar y mi madre apenas había plantado el culo en el sofá. Con mis reflejos de superhéroe pregunté antes de que se reclinara hacia atrás.      —¿Podemos cenar, mami? —dije poniendo mi mejor cara de bueno.      —Déjame que vea un poco la tele y levante los pies.      Ver la tele y levantar los pies significaba que se iba a quedar dormida en unos diez minutos. Ya había visto esa cara otras veces. Y si no hacía algo la próxima media hora me la pegaría jugando a los ninjas o como yo lo llamo, dar saltos en el sofá sin que