Una bici roja ¿Sabes lo que se siente sabiendo que mañana es un día especial y estás deseando que llegue? Pues ahí estaba yo, tirando de la manga de mi madre a las siete de la tarde deseando que me pusiera la cena. No porque fuéramos a cenar nada especial, estaba visto que, desde diciembre hasta bien entrado marzo, las sopas de sobre eran algo que se repetía. Más bien estaba un poco emocionado por la llegada del día de reyes. Mi vecina, la Juana, se acababa de marchar y mi madre apenas había plantado el culo en el sofá. Con mis reflejos de superhéroe pregunté antes de que se reclinara hacia atrás. —¿Podemos cenar, mami? —dije poniendo mi mejor cara de bueno. —Déjame que vea un poco la tele y levante los pies. Ver la tele y levantar los pies significaba que se iba a quedar dormida en unos diez minutos. Ya había visto esa cara otras veces. Y si no hacía algo la próxima media hora me la pega...