Relato: El adiestrador de coches
El adiestrador de coches No había conseguido aún despegarme el sueño de la cara y me costaba una barbaridad mantener los parpados abiertos. Llegué como unos cinco minutos antes de la hora de apertura y el portón principal del taller seguía cerrado. Frente a este, un Mercedes estaba estacionado sobre la acera y el conductor se encontraba con un pequeño folleto en la mano de los que repartí la noche anterior. —¿Trabajas aquí? —preguntó sin apenas darme los buenos días. Llevaba un traje italiano con corbata estrecha de las que me daban tanto coraje ver. Los zapatos parecían que habían sido pulidos con pelo de lomo de panda y brillaban más que las gafas de sol a través de las que me miraba el tipo por encima del hombro. —Buenos días. Sí, en cinco minutos abrimos. —Joder, no tengo cinco minutos —dijo con tono enfadado—. ¿Tú podrías darle un vistazo rapidito? ...