Microrrelato: Al rincón

Microrrelato: Al rincón

Al rincón

    Abrió la puerta exterior que daba al sótano. La noche estaba huérfana de luna y, como de costumbre, bajó los escalones recitando los pecados capitales.
    Uno, «ira». Dos, «gula». Tres, «soberbia».
    «Orgullo», «pereza» y «avaricia» y encendió la luz. Junto al interruptor, agarró el extremo de un cabo mohoso. Tiró fuertemente y la puerta se cerró como las fauces de un lobo.
    La humedad cubría las paredes casi hasta el techo. En la entrada había una pequeña mesa donde dejó su cabás. En mitad de la pequeña sala, una lámpara de techo cubierta de telarañas y, debajo de esta, una silla de madera con trozos de cuerda en el suelo.
    En una esquina, su paciente temblaba atado de pies y manos. Un saco de tela cubría su rostro. No necesitaba verle la cara, en su lugar alguien había escrito "pederasta" en el exterior. Con eso era suficiente.
    Lo acompañó amablemente a que tomará asiento y sutilmente lo ató a los travesaños de la silla.
El encapuchado comenzó a sollozar implorando piedad.
    Se acercó al lateral del saco y comenzó a susurrar. «Si esta decisión dependiera de mí, sería totalmente distinto. Pero yo no soy ningún Cesar. Tú ya has sido juzgado»
    Sacó de su maletín un pequeño frasco y una jeringuilla. Perforó el recipiente y la llenó al máximo.
    «Lujuria» susurraba una y otra vez a su oído hasta que terminó de inyectar la ricina.

 

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Créditos: Photo by Roger Starnes Sr on Unsplash

Comentarios

  1. Me encanta la noche huérfana de luna🥰 con respecto a la cicuta... mi corazón está de acuerdo pero mi intelecto duda😞

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    Respuestas
    1. Tienes toda la razón, la cicuta se ingiere y no podemos quitarle el saco de la cabeza, así que, acabo de cambiar el frasco por uno con ricina. Y si al cabo de los días no se ha muerto. Seguro que nuestro querido doctor puede hacerle una nueva visita.
      Gracias como siempre por pasarte.

      Eliminar

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