Relato: En la catedral

Relato: En la catedral

En la catedral

    Cada paso que daba en aquella pequeña plaza resonaba como un tambor golpeado por un niño. Las paredes de piedra que la abrigaban hacían una caja de resonancia perfecta y la ausencia de turistas generaba una sensación de vacío que ayudaba a que el sonido se volviera en mi contra.

    En el suelo aún quedaban pequeños cúmulos de pétalos artificiales agrupados por el viento. La catedral era uno de los mejores sitios donde poder casarte y cada fin de semana había tres o cuatro bodas. Es sorprendente como alguien puede llegar a esperar casi un año para casarse en la catedral de Burgos.

    Me senté en uno de los bancos de madera más alejados a la fachada para intentar no dejarme el cuello mirando hacia arriba. Yo nunca he sido un tipo de los que llega pronto a los sitios, pero la ocasión lo merecía y llegué unos veinte minutos antes de la hora acordada.

    Comenzó a levantarse una ligera brisa heladora que me hizo tirar de la cremallera de mi cazadora hasta arriba, encajarme el gorro de lana como si fuera el pelo de un muñeco y hundir mis heladas manos en los bolsillos. Los pétalos empezaron a arremolinarse y danzaban a sus anchas delante del edificio.

Miraba absorto la escena cuando comencé a escuchar los tacones de María. Me giré en la dirección por la que me pareció que aparecería en la plaza. Un instante más tarde volví a mirar al frente y delante de mí estaba ella.

    —Te juro que no esperaba que estuvieras aquí —dijo sorprendida.

    —Ya ves, alguna vez tenía que ser, ¿no?

    —No seré yo la que se queje.

    Llevaba el uniforme completo de cajera y un anorak rojo que le cubría hasta la altura de las rodillas. Era como si un «Boy Scout» se hubiera hecho grande y no hubiera cambiado de saco de dormir nunca. Recogía el pelo con una coleta. El lateral de las mejillas y las orejas estaban ligeramente enrojecidos por el frío y eso la hacía especialmente guapa.

    Tenía las manos dentro de las mangas del abrigo y daba ligeros saltitos laterales de un pie a otro.

    —¿Aprendiendo algún baile nuevo?

    —No seas tonto, ya sabes que yo y el frío no somos buenos amigos.

    —Está claro que elegiste mal sitio para nacer —dije en tono irónico y ella respondió arqueando el labio superior en una elaborada cara de asco.

    —Bueno, ¿vamos o esperamos a congelarnos?

    —Voy —dije alargando la o y me puse de pie—. ¿Has visto los pétalos en el suelo? Parece que este fin de semana hubo varias bodas.

    —¡Es la catedral! ¿Qué esperas? —dijo levantando lo que se supone que eran las palmas de las manos envueltas por el abrigo rojo.

    —No sé, solo digo que quizá tú y yo podríamos...

    —¿Podríamos?

    —Ya sabes, entrar y pedir fecha o algo así.

    —Esto es para los jóvenes a los que sus padres les pagarán la mitad de la boda.

    —¡Oye! Que los cincuenta son los nuevos veinte.

    Conseguí arrancarle una pequeña sonrisa.

    —Sí, por eso están todos esperando a los cincuenta para ponerse a tener hijos.

    Sacó su mano derecha por el extremo de la manga como si de la cabeza de una tortuga se tratase y la enhebró entre mi brazo y mi cuerpo para después tirar suavemente de mí.

    »Vamos que al final llegamos tarde como siempre.

    —Pero María, yo te quiero, ¿por qué no te quieres casar conmigo?

    —Pero como quieres que me case contigo si aún no he conseguido divorciarme de ti.

    Ambos nos reímos y empezamos a caminar hacia el despacho de nuestro abogado.

    Estar un tiempo separados nos había sentado muy bien, pero por desgracia, solo se puede volver a conquistar lo que un día se perdió. Y yo la perdí.

 

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Créditos: Photo by Victoria Poveda on Unsplash

Comentarios

  1. Muy chulo, Juan.

    Hay que intentar perder solo las cosas materiales, las personas son más difíciles de recuperar.

    Un abrazo, amigo.

    R. Budia
    www.RubioBudia.com

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    Respuestas
    1. Ojalá en la vida solo perdiéramos cosas materiales.

      Muchas gracias por pasarte y por el comentario, Víctor.

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  2. Me ha hecho ilusión la localización, he estado allí hace poco. Muy bueno. Te hace pensar.

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    Respuestas
    1. De haber pasado junto a la catedral un sábado salió el relato.
      Gracias por pasarte Juan.

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  3. Me encanta leerte porque me transportas de una manera , que parece que lo estoy viviendo yo .

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    Respuestas
    1. Uno de los principales objetivos por los que escribo es intentar despertar algo en quién lo lee. Y saber que ha sido así es genial.
      Muchas gracias por pasarte

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